sábado, 22 de enero de 2011

El arma

                                                                       El arma

El acero. Mis tan perfectamente imperfectos padres. El corte de pelo. La escuela primaria. La cobardía. La pelota de fútbol. Mis sueños frustrados. La angustia. El plomo. La falsa sonrisa. La moda de estar de moda. La comunión. La no comunicación. Mas falsas sonrisas. Mi primera novia. Intentar ser un hombre. La confusión. El primer dolor. El renegar. El volver a creer. El renegar del creer. El trabajo. El trabajo de buscar trabajo. La pólvora. El alcohol. Mas dolor. Mas alcohol. Los consejos. Los falsos consejos. Los consejos estúpidos. El consejo de no aceptar consejos. La ironía. La gente muerta. La injusticia. Mi sien. El hambre. El dinero. El hambre por el dinero. El hambre de dinero. La guerra. La paz. La paz que trae la guerra. La pena. La muerte. La pena de muerte. Mi desconcierto. El final. La solución. La solución final. Los modelos. Las modelos. El frío. La frivolidad. El gatillo. La desesperación. La vejez. Las noticias viejas. La cárcel. La miseria. La misericordia. Mi desolación. Dios. Mas alcohol. Mis padres. La duda. El terror. El terrorismo. El futuro. La noche eterna. La nada. Mi vida. La decisión. La nada de mi vida. El tiro.

MELISSO.

miércoles, 5 de enero de 2011

Amor y poder

Amor y poder

Cierto día, un joven estanciero de las afueras de la ciudad, encontró por casualidad un yacimiento de petróleo en una de sus tantas hectáreas.
Prendió un cigarrillo y se sentó a observar el viscoso líquido. Luego de pensar un largo rato, decidió no contar a nadie el tan afortunado descubrimiento. Ni siquiera a su amada esposa.
Los años pasaron, y una enfermedad terminal se hizo dueño del cuerpo del ahora anciano hombre. Ya en su lecho de muerte, éste tomó la mano de su señora y le dijo:
--- Hace cincuenta años, hallé petróleo en nuestros terrenos. Cuando muera puedes decírselo a nuestros hijos, si quieres.
La mujer, sorprendida ante tal revelación, le replicó amargamente:
--- ¿ Te das cuenta que ese petróleo podría haber hecho nuestras vidas distintas?. ¿ Por qué has guardado tanto tiempo tan importante hallazgo?.
--- Porque quería despedirme de la vida contigo a mi lado, como ahora

MELISSO

El tiempo

                                                                      El tiempo

Lo miraba a él, solo a él, como si el resto del mundo careciera de importancia. Y era verdad, ¿ qué importancia podría tener el mundo si él al final moría?. Le dio un respiro a su alma inquieta, y recorrió intranquilo un par de veces la habitación en la que estaba, se prendió un cigarrillo. Fumó sólo la mitad, la sola idea de perderlo le hacía ver todas las cosas asquerosas, sin sentido, inclusive el tabaco había entrado en esa lógica de la desesperación. Tiró la colilla todavía encendida y se acercó peligrosamente al sentido de las cosas.
La aproximación tuvo su recompensa, unos débiles latidos le devolvían la esperanza de que no todo estaba perdido.
Raudo se abalanzó sobre el cigarrillo a medio acabar y le dio unas pitadas, ahora el tabaco había recuperado su antiguo sabor. Pero la alegría fue efímera, los latidos cesaron, y el pánico retomó su protagonismo. En una irracional acción, sacudió a su amigo de manera frenética, y este, misteriosamente, volvió a la vida. Seguía a su lado, como siempre, pero D. No sabía por cuanto tiempo más.
D. estaba desencajado, indefenso ante esta nueva situación, el firme suelo por el cual caminaba diariamente de manera erguida y majestuosa parecía desgranarse irrevocablemente.
Si su amigo partía, ya no podría trabajar, y mucho menos dormir. De seguro ya no podría continuar con sus estudios, ni asistir a las cenas familiares, ni siquiera sería capaz de festejar el aniversario de bodas junto a su adorada esposa. Por mas que quisiera, y en efecto quería, no iba a poder hacerlo, no sabría como.
Todo dependía de su compañero que ahora tenía ante sus ojos. Intentó recordar los momentos que habían pasado juntos, y se dio cuenta que nunca, desde que lo conoció en su temprana infancia, se habían separado.
Se le escapó una lágrima, luego otra, y otra más.
“ Existen otros como él”, le dijo una vez y hace unos años su señora. Y en efecto esto era así, inclusive había mejores, y D. Lo sabía perfectamente.
Pero D. Lo quería a él, no aceptaba sustitutos, ni los aceptaría jamás. Su decisión era caprichosa, pasional, pero ya estaba tomada y no existía posibilidad de que volviera atrás.
Se acercó nuevamente, y constató lo que temía. Su amigo estaba muerto. Esta vez se resignó y no lo zamarreó. Se sirvió un vaso de whisky y bebió un largo trago para adquirir coraje. Luego, y ya falsamente animado, asió con fuerza a su fiel reloj, y antes de tirarlo a la basura, lo besó.
Era el tiempo del duelo. ¡ El tiempo!, se dijo D., el tiempo ya no existe, desapareció con mi último beso, ya nada podré hacer.
Se sirvió un nuevo vaso y sentenció amargado: “ mundo cruel, que frágil nos has hecho”.
MELISSO

sábado, 1 de enero de 2011

Sólo un ser humano

Solo un ser humano

Acercó el frío metal hasta la frente del desgraciado. Al retirarlo, luego de unos pocos segundos, un perfecto redondel quedó tatuado en la sudada piel.
Podía ver la venda que cubría sus ojos, pero él, él no podía ver que los ojos de su verdugo lagrimeaban.
Tenía que decidirse, rápido, pero ante todo, tenía que calmar su conciencia, jamás podría hacer algo que fuera en contra de ella. Por lo menos un buen cristiano nunca lo haría. Y el era un buen cristiano, aunque también era un buen soldado y corrían tiempos extraordinarios.
Si toda su vida se había limitado a seguir órdenes, ¿ por qué la duda?. ¿ Y por qué justo ahora?. ¿ Cuánto tiempo mas podría mantener el brazo firme?.
Un gran calor se adueño de su cuerpo, de su interior clamaba un deseo, preguntarle, tenía que preguntarle.
--- Por favor, dime una, tan solo una buena razón para que no jale del gatillo.
Al principio pareció no haberle escuchado, pero lo había hecho, y muy bien. Meditó pocos segundos y luego levantó orgullosamente su golpeada cabeza y simplemente se limitó a decir:
--- Soy un ser humano.
Nunca antes unas palabras lo afectaron de la manera en que esas cuatro lo hicieron. Hay días en que las palabras traen consigo magia, y con solo escucharlas nos llevan hasta lugares extraordinarios, a veces conocidos, y otras veces no.
Todo su cuerpo se aflojó, su brazo se por fin se destensionó y con la mirada perdida en el cuerpo de su prisionero, se transportó a un bar, no a uno cualquiera, sino al bar del gallego. La infaltable mesita al lado de la ventana y los incondicionales amigos del barrio estaban ahí. También con ellos el diario de la mañana, que traía las últimas novedades de la segunda guerra mundial.
A su mente llegó su madre, Rosa, que pasaba tardes enteras rezando y llorando por tantos pueblos que sufrían en una guerra que ella consideraba absurda, como todas las otras.
La Navidad de 1950, cuando entre sonrisas levantó la copa y brindó por la Declaración de los Derechos Humanos, esa declaración que abriría un nuevo período en la historia de la humanidad.
Y la escuela de oficiales, de donde salió hecho un hombre de bien, dispuesto a dar su vida por la justicia, equidad e igualdad social.
Su tío Mario, el cura.
La Biblia.
Cristo.
Volvió al ahora. El ambiente se tiño de una total estupidez, lo que lo rodeaba no tenía sentido. El cuarto, las cuerdas, la picana, la sangre en derredor, todo era absurdo, innecesario. Ya no podría hacerlo.
Lentamente descargó su arma y se la calzó en la cintura.
Había que soltarlo, era lo correcto.
De su bolsillo trasero extrajo una pequeña pero filosa navaja. Sabía que con solo desatarlo ponía en grave peligro su vida. ¿ Pero acaso no condenaba a su alma al eterno sufrimiento si dejaba esas cuerdas tal cual estaban?.
Precedido por el filo del letal metal se acercó, tanto como para poder escuchar el ritmo de un acelerado corazón que no entiende bien que es lo que pasa.
Comprendió el terror que deviene de estar a ciegas, por lo que interpuso su navaja entre la sien y la venda. Ante un mínimo esfuerzo de su mano, la vieja tela comenzó a ceder, cuando, súbitamente, una oscura figura se hizo presente, y con ella el tiempo se detuvo:
--- Yo sabía que vos eras de esos tipos. Escuchame Jorge, conocés las reglas tanto como cualquiera de los camaradas. A los tipos se los termina con un tiro y listo. Con las zurditas de mierda se puede jugar un poquito mas, pero ahora, haceme el favor de guardar esa púa, no sea cosa que armes un chiquero y tengamos que estar hasta tarde limpiando.
Al escuchar esto una leve sonrisa nació de la boca del reo. Parecía que el mismo absurdo generaba nuevas formas de absurdo, pero cada vez mas terribles, mas grotescas. Mientras sus dientes superiores medían fuerzas con sus pares inferiores, Jorge retiró la navaja y la guardó en su lugar de origen.
--- Jorge, terminá rápido y subí, que los chicos pidieron una pizza y el partido ya está por empezar. ¿ Te querés perder la final del Mundial?.
Con unos pocos pasos hacia el frente, Jorge quedó entre medio de los dos.
A diestra el pobre prisionero, a siniestra, su amigo de toda la vida. A Claudio lo conocía desde siempre, seguramente vería las cosas con la misma claridad      que él lo hacía en ese momento. Nada podía salir mal, sin embargo, nuevamente sintió la impostergable necesidad de preguntar:
--- Gordo, decime una razón, tan solo una razón para que jale del gatillo.
¿ Qué misteriosa fuerza nos lleva a buscar en el otro la aprobación de lo que queremos hacer?. ¿ Por qué no vasta con el simple convencimiento de uno?. ¿ Nos hace mas bueno que otro nos considere bueno?
--- Porque solo es un ser humano y además se lo merece.
La respuesta lo confundió mortalmente. Lo que antes gozaba de una jerarquía de dogma, ahora era cuestionable, discutible. Su mente se turbó, sus ojos se cerraron escasos segundos, los suficientes para que al abrirlos el gordo ya no estuviera ahí, y que en su lugar apareciera el bar del gallego, con sus mesitas, ventanas, amigos, diario. Nuevamente todo estaba allí, exactamente igual, excepto él. Jorge como todos los débiles, ante lo aparentemente inevitable, optó por defenderse y no por salvarse:
--- Ese diario de mierda siempre se empeñó en narrar con morboso lujo de detalle los atroces que eran las acciones de los alemanes, y omitió decir los que los eslavos, gitanos y judíos habían hecho previamente. ¿ Por qué la gente no ve que lo único que los alemanes hicieron fue defenderse?.
Del cielo se desprendió un grito desgarrador, era su madre llorando por la guerra.
--- ¿ Y qué con eso?. Mamá siempre lloró por cualquier cosa, una telenovela, un animal enfermo... La imagen de la Navidad de 1950 no lo dejó terminar.
--- Que tonto fui, como pude pensar que algo bueno saldría de eso. Como no me di cuenta que nunca quisieron defender a nadie sino que lo único que pretenden es meterse en nuestras cosas y dictarnos que es lo que tenemos que hacer.
La furia lo iba invadiendo rápidamente a medida que dialogaba con, ¿ él mismo?. Con gran fuerza asió el mango de su pistola y la volvió a cargar. ¿ Cómo era posible que la justicia y equidad reinaran si en el mismo mundo donde el vivía también lo hacía un terrorista como el que tenía delante suyo?.
¿ De qué manera las sagradas escrituras podrían ser llevadas a un pueblo ávidas de ellas si una banda de ateos comunistas quiere hacerse con el control del país?. Por Dios y la Patria tenía que hacerlo. Seguramente su tío Mario lo aprobaría y con mayor seguridad Cristo. En definitiva él era un buen cristiano.
Sabía que si lo dejaba ir ponía en peligro la vida de sus hijos y que ninguna condena se le podía aplicar por hacer el bien.
Ya todo tenía sentido, ahora podía apuntar tranquilo, y así lo hizo.
Profundamente tomó aire y acompañando la exhalación, un disparo, un certero disparo.
Violentamente sacudió su cabeza, con cuidado guardó su arma y se dirigió hacia la escalera.
Sólo pudo subir dos escalones, cuando miró hacia su costado para apreciar el resultado de su trabajo:
--- No hay porque lamentarse, todo está justificado.
Y su conciencia le replicó:
--- Sólo lo malo necesita ser justificado
--- Y un refrán es solo un refrán. De dos saltos consumió la escalera, el partido había empezado y la pizza se enfriaba

                                                                            MELISSO  

Los enemigos

Los enemigos

Ahí estaba él, firme, sereno, listo. El campo de batalla se encontraba muy cerca, y él iría, otra vez. ¿ A cuántos destruiría el día de hoy?. ¿ Ninguno?. Era casi imposible, siempre existía alguien al cual poder provocarle dolor. Se acercaba. Recordó palabras de su padre: “ ya no son los tiempos de antes, tu enemigo se llama todos. Sigue siempre mi consejo, si no matas, te matan”.
Se acercaba más, podía olerlos. Su lucha era estrictamente personal, la suma de las victorias personales daría la victoria del conjunto. Pensar de otra manera era signo de debilidad.
Él no era débil, su causa era justa: luchaba por sí mismo, y eso era suficiente, el resto no importaba. En realidad no había resto, sólo enemigos.
Llegó a donde todos estaban. Había cientos de personas como él. Indagó con su mirada en la multitud, no reconoció a nadie, ninguno de ellos se conocía. Se miraban con recelo, con desconfianza. Si su vida dependía del auxilio del que tenía a su lado, con seguridad moriría.
A los empujones, logró llegar a la primera fila. Llovía. Orgulloso levantó la cabeza, una multitud similar a la suya se encontraba enfrente. Mas enemigos. ¿ A cuántos destruiría hoy?. ¿ Muchos?. Seguramente. Había tantos y tan peligrosos.
El ruido separaba ambos bandos, era un ruido tedioso y molesto. Él seguía tranquilo, listo.
Algunos, nerviosos, se adelantaban unos metros, pero el miedo al ruido los hacía retroceder temerosos. Volvían a la línea y esperaban agazapados su oportunidad. Llovía mucho, ya faltaba poco, muy poco para que todo volviera a comenzar. Le señal enmudeció el ruido. Todos avanzaron, cientos de cuerpos desconocidos formaron una masa uniforme por unos segundos. Con leves empujones se alejó de todos ellos, dejó atrás la Avenida Corrientes. Al banco solo había unos metros más. ¿ A cuántos destruiría hoy?. A todos, como siempre.
Al final todo se reducía a las palabras de su padre: “ o matas, o te matan”, pensó. Llovía torrencialmente.
                                                                             MELISSO

El cuento del cuento

EL CUENTO DEL CUENTO

El pasillo era infinito, sin embargo, lo consumió con extrema rapidez, tal eran sus ganas de informar que, casi sin darse cuenta, corría.
Un hombre alto y ancho, probablemente miembro del cuerpo de seguridad, le cerró el paso. El guardia, de piel pálida y lisa, lo miró escrutadoramente, y con un leve gesto de cabeza le indicó que quería.
Otra cara en ayunas, pensó para sí Pozzi. De mala gana le mostró sus credenciales y acto seguido lo dejó entrar. El cuidador de pasillos ni siquiera se tomó las molestias de revisarlas, si Pozzi había llegado hasta ese lugar, era porque antes había pasado al menos cinco controles exhaustivos , de ahí la manifiesta haraganería. Pozzi era el nuevo y flamante jefe del Servicio Secreto, si bien había trabajado en ese organismo durante más de dieciocho años, no conocía de primera mano el despacho presidencial. Lo más cerca que había estado de hacerlo fue en una visita guiada cuando tendría unos quince abriles, pero se quedó a unos cuantos pasos. Sea como fuere ,esa experiencia no podía compararse ni remotamente con esta. Le sorprendió gratamente la austeridad y la amplitud de la habitación, en sus repetidos sueños acerca de este día, su cabeza había ideado una imagen completamente diferente a la que ahora se le presentaba. Ni paredes cargadas de fotografías, ni caras alfombras, ni lujosos muebles, nada de esto se percibía.
Por una puerta lateral, que Pozzi ya había detectado, entró el Presidente de la Nación, impecablemente vestido, el pelo engominado y perfumado en exceso.
El jefe de los Servicios Secretos innumerables veces leyó el expediente del presidente Garrido, y otras tantas lo vio en persona. Consideraba conocerlo más que bien, sin embargo, nunca se atrevería a decirle esto en la cara.
Por su parte, el señor Garrido, si alguna vez lo había visto, ya no lo recordaba. Y su tozuda afición por no leer los registros de sus empleados era harto conocida.
Se dieron un fuerte apretón de manos, uno genuino. Luego del saludo, el presidente lo invitó a que tomara asiento.
--- Es un placer recibirlo señor Pozzi, aunque reconozco que me hubiese gustado mucho más conocerlo en circunstancias menos apremiantes.
--- Plenamente coincido con usted, señor Presidente. Solo esto alcanzó a decir. Pozzi estaba algo nervioso, pero rápidamente se recompuso del miedo escénico y adoptó un semblante de absoluta serenidad.
Ambos se estudiaron durante unos segundos. Garrido poseía el don de gentes, y al instante advirtió que con Pozzi podía hablar abiertamente sin temer nada. Consciente de que se estaba salteando todas las normas protocolares comenzó a hablar, en un tono suave pero a la vez firme.
---  Señor Pozzi, ante todo soy un hombre práctico, si no lo fuera no sería ahora Presidente. Odio con pasión los rodeos, así que vayamos directamente al meollo de la cuestión, como se dice vulgarmente. He leído atentamente su extenso informe, y me gustaría resaltar dos frases que llamaron poderosa y especialmente mi atención: “ ciento cincuenta y cuatro muertos” y “ situación grave y peligrosa”. ¿ Cómo está la situación en este momento?. ¿ Hay algún cambio?
A Pozzi no le sorprendieron estas palabras, no esperaba otra cosa de su jefe. Tomó un poco de aire y respondió  mecánicamente:
--- Los muertos confirmados al día de hoy son doscientos sesenta y ocho. Todos los homicidios fueron realizados con armas cortas, y en todos y cada uno de los casos se efectuaron tres disparos. Creemos que podrían haber unos ochenta o noventa casos más sin confirmar. No obstante, en estos días las investigaciones han dado sus frutos y hemos descifrado cual es el móvil.
Al escuchar esto, Garrido pegó un estruendoso puñetazo contra el escritorio, y de un veloz tirón se quitó lo anteojos. Trató de tranquilizarse, pero con escaso éxito:
--- Primero lo importante, ¿ este aumento en el número de víctimas es conocido por la prensa?.
Esta pregunta sí descolocó al jefe de los Servicios Secretos, que tuvo alguna dificultad en contestar a eso, aunque cuando lo hizo , lo hizo en tono despreocupado, como restando importancia a lo que terminaba de escuchar:
--- Todavía no, pero en un par de días, o de horas, lo sabrán. Eso es inevitable.
Garrido sonrió amargamente, y en actitud burlona le espetó:
--- Yo suponía que el Servicio Secreto se especializaba en guardar secretos, pero caigo en la cuenta de que no es así. ¿ Cómo es posible que usted, el máximo responsable de esta institución me diga que es inevitable que esos datos salgan a la luz?.
Pozzi acusó recibo de la directa indirecta, y en el mismo tono irónico le respondió:
--- Por lo general la prensa paga mejor estas informaciones de lo que paga el Estado,  yo buscaría la explicación a esas filtraciones por ese lado.
Al Presidente esta observación, lejos de agradarle, lo enfureció aún más:
--- Por el momento voy a pasar por alto ese comentario, pero puede estar seguro que mas tarde volveré a él.
---  Como usted desee señor Presidente, mi tiempo es suyo. Intentó decir esto con suavidad, mas no pudo evitar que sonara desafiante.
--- Bien, enfoquémonos en la investigación, me acaba de señalar que ésta dio sus frutos, ¿ acaso son terroristas?.
--- Por el momento creemos que no, sin embargo, no descartamos ninguna hipótesis, como es natural.
Solo esto obtuvo Garrido como respuesta. El pasado militar de Pozzi se hacía presente en estas circunstancias, y su inconsciente le obligaba  a responder estrictamente lo que se le preguntaba, ni más ni menos. Garrido se percató de  la parquedad de su interlocutor y , en cierta forma, lo entendió. Él también había sido militar de joven, carrera que luego abandonaría por problemas en su espalda.
--- Señor Pozzi, me tiene usted a oscuras, dígame cual es este móvil, y por favor no escatime en detalles esta vez.
Pozzi sacó un paquete de tabaco , hizo un casi imperceptible ademán con su mano derecha, y tras recibir la aprobación gestual del máximo mandatario se encendió un cigarrillo, rubio e importado. Cuando estaba a punto de recibir una reprimenda por el exagerado silencio, habló:
--- Por lo general, ( adoraba empezar sus frases con esas palabras) los casos de homicidio no son del interés de la agencia que dirijo. Empero, dada la singularidad de estos hechos, y a instancias de una orden del Ministro de Interior, hemos iniciado una investigación paralela a la que realiza la Policía  Federal. Como es lógico nos centramos en la búsqueda de un patrón que nos dé una pista del porqué de todos estos repentinos homicidios. Este patrón se nos presentó muy claramente al brevísimo tiempo de haber iniciado las averiguaciones. El común denominador que comparten todos estos asesinos es un cuento, un cuento que leyeron a través de Internet.
El líder, ofuscado, tuvo la necesidad de interrumpir, y así lo hizo.
--- Deténgase un segundo, por piedad se lo pido. ¿Usted me quiere decir que el responsable de todas estas muertes es un cuento publicado por Internet?.
--- Así es, creo estar diciendo eso, perdóneme usted si no me estoy explicando bien.
--- No estoy diciendo lo contrario, sólo quería manifestarle que me resulta bastante complicado de asimilar. ¿ Y cómo es, pregunto yo, que han llegado a esta particular conclusión?.
Pozzi ya había consumido su cigarrillo y juzgó poco prudente encender otro inmediatamente, por lo que se dio un plazo de un par de respuestas más antes de hacerlo:
--- A decir verdad nosotros no concluimos nada en absoluto. Sólo nos dedicamos a recavar información, y al poco de leer los informes advertimos claramente cuál era el nexo que unía a todos estos delincuentes. A los detenidos, que dicho sea de paso se entregaron voluntariamente y sin oponer resistencia, se les hace una serie de preguntas rutinarias en la Comisaría. Comúnmente los sospechosos se niegan a declarar hasta que no esté presente un abogado. Pero en estos casos se ha producido un excepcional acontecimiento. Absolutamente todos han firmado una declaración testimonial en donde reconocen que son los autores de los crímenes, y que lo hicieron a instancias de un cuento que leyeron en Internet. Al principio pensamos que se podía tratar de una banda que tenía este discurso preparado en caso de que los atrapasen, pero todas las pruebas de las que disponemos nos encaminan en dirección contraria.  Actúan de manera individual,  y además no han sido atrapados, sino que, como dije antes, ellos mismos se entregaron.
Dijo esto y bebió un poco de agua, sin saber del todo bien si el único vaso que se encontraba sobre la mesa era en efecto para él o no.
--- Muy bien, dijo el Presidente, ¿ qué otras cosas unen a estos perversos?.
--- Que nosotros sepamos ninguna otra cosa los une.
Ahora sí se prendió un nuevo cigarrillo, su cuerpo en verdad lo necesitaba. Garrido se encontraba más calmo, pero aún seguía confundido.
--- Supongo que ya habrán cancelado el sitio en donde se publica este cuento, ¿ verdad?
--- No señor, el servidor que publica este cuento está radicado en Cuba, y nuestra jurisdicción no abarca ese país caribeño.
Esta respuesta fue intolerable para el Presidente Garrido, quien, ya de pie y visiblemente encolerizado le ladró a Pozzi:
--- Vaya eficiencia que tenemos por aquí. ¡Usted comanda el Servicio de inteligencia mas sofisticado del mundo y me cuenta que no puede cerrar un sitio de Internet!. Me importa nada si se encuentra en Cuba, en la China, o en Júpiter. Ese sitio debe ser cerrado sí o sí. Si necesita mi autorización para eso puede darla por descontada.
Y un águila , malherida, se posó sobre una rama  cercana a la ventana del despacho presidencial. Miraba a estos dos hombres de soslayo, y parecía tiritar pero no a causa del frío, sino del miedo.
--- Su autorización no es necesaria, con mi firma sería más que suficiente. Por otra parte, si no ordené cerrar ese sitio no es porque no podamos, al contrario, podemos hacer eso y mucho más. Empero, si no di mi visto bueno para emprender esa acción es porque la considero totalmente improductiva. Que el sitio esté ahí o no da igual.
--- ¡ ¿ Igual?!. ¡ ¿ Está usted demente o ebrio?!. ¡ Inmediatamente el sitio debe ser cerrado, si se opone no dudaré en despedirlo. Y le puedo asegurar que el que lo haga no le asegura su permanencia en el cargo, inepto, inútil.
Garrido se despojó sin ningún arte de su saco y su corbata mostrándole a Pozzi su faceta mas irracional, perfectamente conocida por el jefe de los Servicios Secretos gracias a los famosos informes internos.
--- Si ése es su deseo, nada me complacerá más que llevarlo a término. Pero si me dejara acabar de exponer la situación, tal vez su parecer sea otro. El dichoso cuento se publicó originariamente en Cuba. A partir de ese momento, que estimamos fue hace seis meses, se a propagado como un cáncer por todo el globo terráqueo. Las metástasis de este cáncer han infectado la mayoría de los países del mundo, pero especialmente a afectado al nuestro. Existen alrededor de ocho mil páginas distribuidas en distintos servidores que contienen este cuento. Si bien es posible derrumbar a todos estos sitios, lo que no podemos hacer es evitar que los usuarios de computadoras compartan sus archivos de manera privada. Y no me refiero a una imposibilidad legal, sino a una práctica.
Pozzi prendió su tercer cigarrillo sin permiso alguno, y de entre el humo que despedía de su boca y nariz, miraba atentamente a su preocupado jefe.
--- Por favor sepa disculparme por mi anterior reacción, fue muy poco profesional, en verdad estoy avergonzado por mi irracional comportamiento. Mire Pozzi, yo soy político y no programador de computadoras y esas cosas. Por eso si esta pregunta le parece descabellada hágamelo saber. Pero, ¿ no existe una forma de eliminar a todos los ordenadores del mundo, al menos temporalmente?.
Junto al águila aterrizó un cuervo, hermosamente negro y con apariencia de estar hambriento. El águila, débil como estaba, no podía volar y escapar. Miró triste y resignada a su mas que probable verdugo, y encomendó su suerte a sus antepasados, tan fuertes ellos.
Pozzi se tomó unos segundo para ordenar sus pensamientos y comenzó a hablar:
--- La oficina de investigación de armas tecnológicas no convencionales le diría que sí es posible. Ellos han desarrollado un virus informático capaz de dejar inoperables a todas las computadoras con acceso a Internet en un plazo no mayor a diez días. A mi forma de ver las cosas si este virus se activa se lograría una cosa de seguro: paralizar mortalmente la economía y las comunicaciones mundiales, poniendo en serio riesgo la vida de miles de humanos y de millones de transacciones financieras. Los crímenes a los que ahora nos enfrentamos no se verían afectados por este virus, eso lo puedo asegurar. Ya hemos encontrado, circulando por la mayoría de nuestros Estados, cientos de pasquines que recogen el cuento. Se imprimen caseramente, ya que el cuento tiene una extensión de diez carillas más o menos, dependiendo del tamaño de la letra, y a esto agregaría que en cuanto los medios de comunicación se enteren de este escrito y de su importancia, le darán tal publicidad que su propagación exponencial será virtualmente indetenible.
Garrido escuchó esta disertación atentamente. Reflexionó y volvió a reflexionar. Por su intercomunicador pidió un café y al instante dio una orden en sentido contrario. Se arremangó la sudada camisa  y entre suspiros se dirigió a Pozzi:
--- Comprendo perfectamente las problemáticas implicancias que este virus acarrearía, era sólo una inquietud que quería evacuar, es mi deber analizar todas las posibilidades antes de actuar. Porque lo que si está claro es que algo hay que hacer, y rápido. Por el momento volvamos al maldito cuento. ¿ Qué clase de cuento es?. ¿ Uno subversivo, uno terrorista?.
--- A priori debería decir que no es ninguna de las dos cosas. Nuestros expertos han analizado el escrito durante días y sus apreciaciones podrían resumirse de este manera: en el plano técnico el escrito adolece de faltas de ortografía groseras, y las construcciones gramaticales son bastante pobres, como si hubiese sido escrito por un niño, o como mucho, un adolescente.
En el plano filosófico nuestros especialistas nos afirman que el texto está completamente vacío de contenido, en sus páginas no han encontrado ningún fin político o religioso, ni siquiera aboga por una reivindicación de mediana entidad. Han buscado concienzudamente algún mensaje subliminal, pero nada encontraron. Es más, este cuento, en su mayor parte, hace referencia a otro, del cual no da muchos detalles y menos el título o el nombre del autor. A opinión de ellos el cuento no dice nada de nada, opinión que dista por mucho a la que más o menos comparten los confesos autores de los crímenes.
Garrido aceptó de buen grado el cigarrillo que le convidaban, pero en esta oportunidad el que proveyó el encendedor fue él.
El águila y el cuervo seguían en la rama del árbol, cada uno esperando su momento, sin embargo, la inusual imagen que daban no era suficiente pata llamar la atención de los dos hombres de Estado.
--- Eso me interesa, ¿ qué es lo que pensaban esos inadaptados cuando cometieron los hechos?.
--- Para estas personas el cuento dice todo acerca de todas las cosas, en palabras más, palabras menos, todos coinciden en que leyendo el escrito encontraron reflejadas sus vidas, y al mismo tiempo, el inequívoco sentido de las mismas. Un sentido que les obligaba a  matar a una persona al azar, reproduciendo fielmente el final del cuento.
El Presidente entrecerró sus ojos y ligeramente se mordió el labio inferior, estaba a punto de tomar una decisión, pero estimó conveniente efectuar un par de preguntas intrascendentes antes:
--- ¿ Y por qué los asesinatos se dan específicamente en nuestro país y no en otros?.
--- Nuestra población es la más armada del mundo, y el cuento narra claramente un homicidio efectuado con arma corta. En otros países se registraron casos, pero menos numerosos que en el nuestro. Suponemos que la diferencia en las cantidades de muertos está íntimamente relacionado con el número de armas de fuego que circulan por las calles.
--- ¿ Cuál es el nombre de la narración?
--- Se titula, “ El cuento del cuento”, replicó secamente Pozzi, que intuía que la conversación estaba por terminar.
--- ¿ Y del autor que sabemos?
--- Muy poco señor Presidente, lo escribió bajo un seudónimo griego, y no a publicado nada más bajo ese alias, ya sea en la red o en papel.
--- Lo suponía. Dada la acuciante situación a la que nos enfrentamos, esto es lo que haré: en la reunión de hoy a la noche con el Consejo de Seguridad les comunicaré a los presentes que mañana por la mañana declararé el estado de sitio. La policía se ha mostrado muy ineficaz en todo este proceso, por lo cual daré más facultades y atribuciones al ejército para que sean ellos quienes controlen las ciudades. En lo que respecta a su persona le ordeno que active ese famoso virus. Las computadoras no votan, y las personas sí. Cuantos menos muertos, mas votantes. De cómo se lo explico a la ciudadanía ya me encargaré luego con mis asesores. Ya tiene sus órdenes seños Pozzi.
Pozzi se quedó helado ante estas palabras, y solo pudo atinar a balbucear algo:
--- Señor Presidente, entiendo que la situación sea crítica, pero usted no puede hacer eso.
Garrido , de frente ahora al águila y al cuervo le contestó sin inmutarse:
--- Porque puedo hacerlo es que lo hago. Su comparecencia a sido muy constructiva, le repito que ya tiene sus órdenes, ahora déjeme solo si es tan amable. Adiós.
Pozzi, acurrucado en su silla, experimentó un intenso estremecimiento en todo su cuerpo. Por cosas del azar, enfocó por primera vez en la tarde su mirada hacia la ventana. Y pudo ver como el cuervo , despojado ya de toda timidez, despedazaba sin misericordia a la moribunda águila.
--- ¿ Sabe qué, señor Presidente?, esto es muy curioso.
Garrido giró sobre sus talones y desganadamente le prestó atención:
--- ¿ Qué es lo que le resulta curioso?
--- Antes de venir a esta reunión leí el cuento por primera vez. Y aunque resulte extraño de creer, en una parte del texto se describe casi de manera exacta la conversación que acabamos de sostener.
El mandatario hizo una mueca de mal gusto:
--- Es cierto, en verdad es curioso, y dicho esto volvió a darle la espalda y se sumergió en sus pensamientos.
Pozzi, mas sereno que nunca en su vida, bebió lo que quedaba de agua, con lentitud desenfundó su arma reglamentaria, y luego de apuntar a la nuca, disparo hábil y certero. Ante el cuerpo abatido, gatilló dos veces más.
El guardia de la puerta, al escuchar los disparos, entró torpemente. Para cuando este lo hizo, Pozzi ya había apoyado su pistola en la mesa y lo esperaba con los brazos en alto, en clara señal de pacífica sumisión.
                                                                                          MELISSO

Omar el orgullso

Omar el orgulloso


Con su mano trató de asir uno de los últimos rayos que el sol tenía para ofrecerle. Como siempre, su intento fue inútil y éstos se le esfumaron entre sus pálidos dedos, nuevamente vencido, decidió recostarse contra la mugrienta y húmeda pared.
Tenía hambre, sed y ganas de fumar, pero no podía quejarse, tenía todo lo que siempre había deseado. Si bien solo faltaban dos días, la muerte comenzaba a impacientarse, aunque esto a Omar no le preocupaba demasiado, porque sería recordado y al menos una persona lo extrañaría.
Por la pequeña ventana de la puerta de la prisión, una grave y potente voz le anunciaba que tenía una visita. También le dijo que la aprovechara, que sería su última.
--- Última y primera, dijo Omar para adentro.
En mas de un año de reclusión no había recibido tan solo a una persona, pero como siempre en su vida nada lo sorprendía. Se incorporó lentamente, como pudo se acomodó el sucio pelo y dijo al guardia:
--- Estoy listo, que pase, ¿ es una mujer no?
--- Si, fue la seca respuesta del guardia.
Al abrirse la puerta, una mujer de una altura y presencia imponente dio unos pasos hacia el interior de la habitación y se paró ante él. El sol que unos segundos antes parecía tener perdida la batalla con el anochecer resurgió e iluminó a la mujer con una fuerza casi segadora.
La visitante ya no era joven pero mantenía esa hermosura enigmática típica de las mujeres maduras. Llevaba el pelo negro suelto, nada de maquillaje y tenía puesto una larga túnica que le llegaba hasta el borde de los tobillos. Pacíficamente se sentó en una silla que ella misma había traído y con voz suave y tierna le inquirió:
--- ¿ Me puedes decir como sabías que era una mujer la que venía a visitarte, por lo que yo se nadie te advirtió nada.
Tranquilamente, Omar le contestó:
--- Te conozco, sabía que vendrías, me extraña que usted, gran conocedora de respuestas, me esté preguntando eso a mi.
--- Supongo que el conocerme también incluye mi nombre, ¿le molestaría sorprenderme aún mas, y decirme como me llamo?, dicho esto se le dibujó en su rostro una pequeña sonrisa, como aquellas que las madres profieren a sus hijos pequeños cuando quieren retarlos por algo y al mismo tiempo darles un dulce beso.
--- Aunque su sorpresa no crecerá un ápice, no tengo ningún problema en contestarle, su nombre es María, usted me lo ha dicho en varias oportunidades. ¿ Será posible que no lo recuerde?, y Omar le devolvió una idéntica sonrisa a la majestuosa dama.
Los dos se habían reconocido, por lo que era necesario terminar con el pequeño juego.
--- Por supuesto que me acuerdo, y me imagino que ya sabe porque estoy aquí, ¿ no es cierto?.
--- Si, claro que lo se.
--- ¿ Estás listo?
--- Mas que nunca. Los ojos de Omar se endurecieron y se clavaron fijos en los de la gran señora.
Al instante comprendió lo que esa mirada significaba y le replicó:
--- Presiento que esta charla no será corta.
Con cierta ironía, Omar contestó:
--- Pues bien, eso dependerá de usted.
--- Muy por el contrario, todo depende de usted, mi preciado Omar, pero me gustaría dejar de lado este inconducente juego de palabras y preguntarle deseosa algo que realmente me tiene confundida: ¿ qué es lo que usted se está haciendo?.
--- Debo conceder que usted tiene un don especial. En pocos minutos ha logrado, y por dos veces, algo que nadie había logrado en toda mi vida, y esto es sorprenderme. ¿ Realmente no comprende?.
--- No, realmente no logro comprenderlo.
Omar se reacomodó un mechón de pelo rebelde y luego de frotarse los ojos dijo con vos calma:
--- Discúlpeme señora, por un segundo olvidé que es usted religiosa. Aunque esto, muy por el contrario de ser un obstáculo, es una ventaja, y le explicaré por que. Para el creyente, el verdadero, esta vida no es mas que un transitar, en el cual si logra ganarse la gracia de Dios tendrá la recompensa del reposo en el Paraíso. Si no entiendo mal, ser una buena persona no es suficiente para ser merecedor de tan gran premio, sino que a esa vida desinteresada es necesario adicionarle obras, lo increíble de esto es que cuanto mas anónimas son estas obras mas se regocija Dios. Porque en definitiva, pasar inadvertidos entre los mortales no es relevante, porque Dios todo lo ve y eso es lo que realmente importa. ¿Me sigue?, acompaño estas palabras con un imperceptible movimiento de cejas.
--- Si.
--- Pues bien, para los creyente de la nada es al revés, ¿ comprendió ahora?.
--- Por supuesto que no, ¿ podría usted ser mas esclarecedor?
--- Usted se empeña en hacerme hablar, pero dado que no he practicado ese arte por un largo período, trataré de complacerla. Desde el comienzo de los tiempos, el humano ha intentado ganar la batalla contra el peor y mas temido de sus enemigos, la muerte. Era solo cuestión de tiempo la aparición de un ser sobrenatural. Este Dios sería un Dios de premios y de castigos, pero note usted de que manera teme el humano a la muerte que la peor de las reprimendas, es decir, el Infierno, es un eterno sufrir y padecer, y para sufrir y padecer es necesario estar vivo, y eso es lo que cuenta. Para bien o para mal, la vida continúa. Nunca he creído en dioses, pero eso no significa que la muerte no me de escalofríos, muy por el contrario, le temo mas que ninguno, porque esta vida es la única que tengo y se que después viene la nada. Por suerte, también nosotros, los no creyentes, tenemos formas de vencer a la Parca.
La pura señora se revolvió en su silla, juntó sus manos y le preguntó a Omar:
--- ¿ Puedo saber cuáles son esa maneras?
--- Es muy sencillo. A mi modo de ver existen dos opciones, que no se excluyen entre si. Una es perpetuar la vida de uno en la de un hijo. La otra, mas sencilla que la primera, es vivir en la memoria de al menos una persona.
--- ¿ Es por esta razón que se está haciendo cargo de un crimen que no cometió?
--- ¡ Por supuesto que así es!. En poco tiempo seré ejecutado, y desde el momento de mi muerte no pasará un día en que mi amigo no me recuerde. También se que tarde o temprano se sabrá la verdad y se escribirán cientos de libros sobre lo que es capaz de hacer un hombre en nombre de la amistad.
--- ¿ Realmente aloja en lo profundo de su corazón ese sentimiento de amistad o solo lo hace por la fama?
--- ¿ Y qué importancia puede tener eso?. Yo no tengo ningún Dios al cual rendirle cuentas por mi honestidad.
La dama comenzó a molestarse:
--- ¿ Y si la verdad nunca sale a la luz?
Omar replicó tranquilo:
--- Cientos de libros se escribirán sobre lo brutal y despiadado que puede ser una persona.
Enfurecida, la señora de largo vestido se puso de pie y gritando a Omar lo amonestó:
--- He venido a ti en sueños, te he mostrado lo que pocos mortales han visto, cumplí mi promesa de estar aquí contigo en tus últimos días y ¿esto es lo que me dices?. Te he mostrado la verdad, la única, ¿cómo es posible que te niegues a aceptarla?. Tu orgullo te condenará.
Omar, ahora de pie, dijo:
--- Te daré la única respuesta que un orgulloso puede darte: que así sea. Toda mi vida ha sido regida por reglas estrictas, y me niego a conceder que todas ellas estaban erradas. Lo lamento por usted, pero mi decisión está tomada.
La dama, resignada bajó la cabeza y dijo:
--- Has perdido
--- Mi estimada señora, ¿ puedo preguntarle algo?
--- Si , puedes.
--- ¿ Cree usted que Dios se acordará de alguien que vio el Paraíso y se negó a recibirlo?
--- Indudablemente que si
--- Entonces he ganado.
María se retiró, el tiempo retomó su ritmo habitual y Omar, luego de intentar asir los últimos rayos de luz, se recostó contra la pared y durmió tranquilo.

MELISSO.